Luego de cuatro años de permanecer en coma, el grande del rock en español dejó de existir. Pero, ¿cómo empezó todo?

wikimedia

Últimamente, además, subirse a un avión le daba miedo. Y para no tomar pastillas para dormir, Gustavo Cerati se compraba una pila de revistas en el aeropuerto para entretenerse en el avión. El disco había salido en septiembre y, antes de cerrar el año en el Club Ciudad de Buenos Aires, lo habían presentado en México y Chile. Después de unas vacaciones, en abril volvieron a subirse a un avión para empezar el segundo tramo de la gira, que arrancó el 24 de abril en Lima.

En el verano, Gustavo había conocido a la modelo Chloé Bello y la había invitado a acompañarlo en el tour, así que en esa parte de la gira casi no estuvo con sus músicos abajo del escenario. "Estaba como muy de novio. Entonces salía mucho con ella y hacían más la suya", cuenta su amigo y sonidista de toda la vida Adrián Taverna . "Estaba re bien. Lo único, no paraba nunca. Al estar de novio, había días que directamente ni lo veíamos."

En las giras, Gustavo siempre había sido un comprador compulsivo: además de salir con bolsas y bolsas de las disquerías, comprarse libros sobre numerología, astrología, física o civilizaciones antiguas, últimamente también se compraba mucha ropa y sus amigos lo cargaban porque nunca se ponía dos veces lo mismo. En los tres días que la banda tuvo libres en Los Angeles, donde dieron un segundo show, se alquiló un Dodge convertible para pasear con su novia por la ciudad y las playas del Pacífico. Y el último día, se compró una guitarra con doble diapasón, una edición limitada de diez ejemplares, que le enviaron cuando -después de tocar en Tijuana y Acapulco- la gira pasó por Miami.

Ninguna de las canciones del setlist que estaban haciendo (una primera parte en la que tocaba el disco nuevo entero y una segunda parte con un random de sus canciones solistas) lo convencía demasiado para usarla, así que aprovechó para incluir "Tratame suavemente" de Soda Stereo, que le gustaba a su novia.

Después del show en Miami, Chloé se fue a Europa a posar para unas campañas gráficas, así que las últimas fechas las pasó junto a su crew y acá, entonces, todo empieza a parecerse a una despedida. "En Bogotá y Medellín ya volvimos a estar más juntos, volvimos a salir después de tocar", apunta Taverna. Una vez terminado el show en Caracas, donde terminaba este tramo del tour, Gustavo se iba a ir directo a España a promocionar el disco y ahí se iba a volver a encontrar con su novia.

Y aunque hasta entonces la gira había sido bastante distendida, con varios días libres entre show y show, en ese último tramo cobró velocidad y en cinco días tuvieron tres shows. Martes en Medellín, jueves en Bogotá y sábado en Caracas. "Ahí fue donde sintió más el trajín por lo poco descansado que venía", analiza Taverna. Nunca había sido de dormir mucho, pero durante esos días sus compañeros lo notaron cansado y un poco fastidioso.

"El día que llegamos a Caracas, le dije que aprovechara a descansar y me dijo que sí, que iba a pedir room service y se iba a dormir temprano. Y después me enteré de que a la una de la mañana se levantó y se fue a la mierda, solo. Y volvió a cualquier hora. Medio se nos escapó", agrega Taverna.

Al día siguiente, el 15 de mayo, antes del show en la Universidad Simón Bolívar, estuvo un rato en el hotel hablando con Andy Fogwill vía Skype, definiendo algunos detalles del clip de "Magia", el tercer corte de Fuerza natural. La idea era que los videos del disco conformaran una road-movie psicodélica. "Lo que estábamos haciendo con Gustavo antes de su acv, era Fuerza natural, la película", cuenta Andy Fogwill. Gustavo cortó la charla porque se tenía que ir a tocar. "Ahora., ¡it"s show-time!", se despidió.

En la Bolívar, estuvo de muy buen humor. "El lugar donde tocamos no podía ser más lindo, era un predio en el medio de la montaña; imaginate el escenario rodeado de montañas y de una vegetación de un verde irreal", recuerda Coleman.

En general, Gustavo no era muy comunicativo con la gente y, después de los shows, cuando volvía al hotel y se metía en YouTube a ver los videítos que habían subido los fans, solía arrepentirse de las cosas que decía. Pero ese día, sin embargo, se la pasó haciendo chistes. El último tema de la noche fue "Lago en el cielo", de Ahí vamos.

Cuando terminó el show, Cerati bajó al camarín que tenía para él solo y pidió que le sirvieran algo de comer. Richard Coleman entró a saludarlo y Gustavo le preguntó: "¿Dije muchas estupideces?".

"Y sí, como siempre.", le respondió Coleman. "Pero a la gente le encanta que digas estupideces."

Media hora más tarde, cuando Taverna bajó del escenario después de desarmar la consola, también pasó por el camarín para charlar sobre cómo había sonado el show. Se lo encontró comiendo un medallón de lomo y una ensalada. "Ya sé a qué viniste", le dijo Gustavo. "Ya me di cuenta que sonó bien."

Taverna lo vio demasiado apagado y le preguntó: "«¿Te pasa algo»."

"No, estoy cansado", le respondió Cerati.

"¿Querés hacer algo?"

"No, no, quiero dormir hoy."

Taverna salió del camarín un poco desconcertado por la respuesta. En toda una vida compartida en shows, Gustavo nunca se había querido ir a dormir después de tocar. Afuera se encontró con el resto de los músicos, que estaban organizando la foto que sacaban cuando terminaba el tramo de una gira. Fernando Samalea estaba acomodando la cámara en automático, subido a una banqueta. Gustavo apareció a último minuto, cuando ya estaban todos acomodados. Se había cambiado la ropa del show por un saco, una camisa y un jean. La primera foto salió sin flash, así que Samalea les pidió que se quedaran donde estaban. Taverna se dio vuelta para preguntarle cómo estaba. "Lo miré y estaba blanco, con los ojos desorbitados y la boca abierta", dice. "No me lo olvido más en mi vida."

"Te pasa algo", le preguntó.

Gustavo no pudo contestarle. Medio perdido, se fue caminando hacia su camarín, se sacó el saco, se abrió un poco la camisa y se desplomó sobre el sillón. Pensando que tenía un pico de presión o algo así, Nicolás Bernaudo, su asistente, llamó a los paramédicos para que lo atendieran. Pero eran tan jovencitos que cuando se encontraron en el camarín con Cerati que no podía hablar, no supieron qué hacer; así que Charly, su kinesiólogo, se tuvo que hacer cargo de la situación y les pidió que fueran a buscar la camilla. Gustavo todavía se podía mover por sus propios medios, pero estaba como abrumado, sin poder articular palabra. Lo cargaron en una camilla y se lo llevaran en una ambulancia hasta la clínica La Trinidad.

Cuando llegaron a la clínica no había luz, así que tuvieron que cargarlo de nuevo en la ambulancia y llevarlo hasta un centro de estudios para hacerle unos estudios. Gustavo seguía consciente: con los ojos abiertos, mirando la nada, sin poder hablar.

Después de los exámenes lo volvieron a llevar a la clínica y lo dejaron internado. Llamaron a un cardiólogo, pero les dijo que recién al día siguiente a las 10 de la mañana iba a ir al hospital. La habitación, en el tercer piso de la clínica, tenía una sala de estar en la que se acomodaron Taverna, Michell y su manager, Nando Travi. A esa altura, las enfermeras le habían dado un sedante y Cerati dormía.

Al día siguiente, también estuvo consciente, aunque seguía sin poder hablar. Acostado en la camilla, se agarraba el brazo derecho todo el tiempo, que ya no le respondía y golpeaba con la mano izquierda la baranda de la cama, nervioso, con fastidio. En un momento, se levantó para ir al baño y, como tenía varias cánulas conectadas, Taverna lo tuvo que ayudar.

"Y ahí pasó una cosa muy fuerte", cuenta su amigo. "Cuando entró en el baño se ve en el espejo, se quedó quieto y empezó a tocarse la cara. Se miraba como extrañado, se tocaba, me miraba a mí por el espejo y después se volvía a mirar, perdido. Tenía medio dormida la comisura derecha de la boca."

Un rato después llegó una enfermera con la comida. Un caldo de verduras, una ensalada y un pollo con salsa que Taverna le tuvo que cortar para que pudiera comerlo. El brazo derecho seguía inmóvil. Después de terminar de comer, se lo llevaron a hacer unos estudios y cuando volvió a la habitación, se pasó el resto de la tarde inquieto, yendo de la cama al sillón.

Después de comer una arepa de carne desmechada y media de queso, le hizo un gesto a Taverna para que prendiera la tele. Y al rato le manoteó el control remoto y empezó a pasar los canales él mismo. Después de dar tres vueltas por los doscientos ochenta canales, terminó dejando una película ya empezada. Era Dark City, un film oscuro de ciencia ficción. "Ese fue su pico máximo de expresión. Me fui re contento al hotel, pensando que al día siguiente nos íbamos a casa."

Al día siguiente, las enfermeras lo encontraron a Cerati agarrándose la cabeza con su brazo izquierdo y sacudiéndose en la cama, con los ojos apretados y un fuerte gesto de dolor. "Ahí es cuando se le produjo el acv, sin duda", dice Taverna.

Unos camilleros se lo llevaron para hacerle una tomografía y un centellograma, pero Gustavo no se dejaba de mover y agarrarse la cabeza, hasta que en un momento se quedó dormido. La camilla no pasaba por la puerta del cuarto en el que tenían que hacerle un centellograma, así que Taverna lo tuvo que cargar él mismo y acostarlo para el estudio. Cuando lo volvieron a llevar a la habitación, decidieron avisarle a la familia.

Esa misma noche, su hermana Laura viajó a Venezuela y, no bien llegó, tuvo que firmar un permiso para que operaran a Gustavo: tenían que descomprimir el cerebro. Lo que siguió fueron veinte días en el hospital, esquivando las guardias periodísticas de la puerta y pasando el tiempo en la habitación contigua a la de Gustavo, que estaba en terapia intensiva. Los médicos hablaban de las dificultades motrices y de habla que podía llegar a tener cuando despertara.

Sin embargo, después de su trasladarlo al Insituto Fleni, en Argentina, el parte médico fue mucho menos alentador. "La tomografía computada realizada a su ingreso mostró un infarto extenso en el hemisferio cerebral izquierdo y daño del tronco cerebral secundario", decía el informe.

Después de cuatro meses en una cama de FLENI, donde Gustavo pasó de terapia intensiva a un cuarto común, sin despertarse nunca, la familia decidió trasladarlo a ALCLA para que tuviera una mayor privacidad.

Por Juan Morris

Fuente: Rolling Stone Argentina